martes, 5 de junio de 2007

Capítulo 5: El Iluminado

Efectivamente. No es un error en el título. No le he puesto comillas, porque el sentido del título no es figurado sino real. "Yo estoy aquí para cambiar el mundo", sólo puede ser dicho por un iluminado. Sin comillas.
Lo malo de tener que padecer a un iluminado, es que hay mucha gente dispuesto a creerlo, y lo peor, es que hay mucha más dispuesta a no hacer nada. Y por esas fechas hubo mucha gente que le creyó, y mucha más que no hizo nada para evitar la plaga que nos vino encima.
Mucha gente le creyó porque la palabra "paz" que él pronunciaba una y otra vez y que la gente interpretaba como "Pública tranquilidad y quietud de los Estados, en contraposición a la guerra o a la turbulencia", en realidad era la onomatopeya por un defecto de pronunciación. Algunos de los que más tarde fueron acusados de pertenecer a "Bastión Extremo" y por lo tanto, perseguidos, lo interpretaban como "PZ" -algo relativo a presidente- y otros afirmaban que estaba tan trastocado que lo que realmente quería decir era ZP -algo que realmente mis ancestros no querían ni mencionar- y los más benévolos señalaban que el pobre, lo único que deseaba era "PAN". Más adelante se supo que pan no era lo que quería, porque una anciana que colaboraba en una organización caritativa, que se ocupaba de los sin techo llamada "Cáritas", le llevó una hogaza de pan siendo arrestada sin contemplaciones. Tiempo después cuando el tiempo pudo borrar el recuerdo de la anciana, sin que nadie pudiera conocer el motivo, la organización desapareció.

Así me lo contó mi bisabuelo y así ha sucedido.

jueves, 24 de mayo de 2007

Capítulo 4: Apologize

Siento, querido lector, haberme equivocado. La rapidez en la acción, la prontitud en la ejecución y el evitar las sorpresas es fundamental para poder seguir vivo. Si a todo ello, añadimos el desconocimiento que yo tengo sobre estos nuevos medios, provocó el que yo te haya desordenado la narración.
Por eso te pido disculpas. Por eso te ruego que releas a menudo el capítulo dos. En él hay mucho que narrar, y por todo lo anterior tendré que volver una y otra vez sobre su redacción.

domingo, 29 de abril de 2007

Capítulo 2: Tiempos de Sopor

La historia ha vencido al tiempo, de viva voz. De generación en generación, todos los miembros guardaban en su memoria todo aquello que cada individuo fuera capaz, y si además fuese posible, de todo lo que a través de otras personas y de otras familias, con otras vivencias pudiera aprenderse y enriquecerse él y su familia. No es que la letra escrita estuviera prohibida, sino que con el tiempo "el corrector de la historia" la transformaba en verdad corrigiendo los errores que producíamos en nuestros escritos. Así fueron modificándose poco a poco todos los textos y convertidos en verdad. La verdad de "Los Archivos Bibliotecarios". Única fuente de La Historia, y Verdad Absoluta de todas las verdades.
Contaba mi tatarabuela que sus bisabuelos habían padecido una guerra fratricida. Dicen que fue una guerra tan ciega y sucia que incluso en una misma familia, hermanos en distintos bandos, se asaeteaban entre ellos y una madre sepultaba a dos de sus hijos en un solo entierro.
Tan cruel fue la guerra y tantas madres y esposas estaban de luto que todos los que padecieron la guerra y sobrevivieron a ella, sin ponerse de acuerdo, observaron silencio y guardaron olvido mientras vivieron. Cierto es, que así, no aparece en los "Archivos Bibliotecarios".
Así me lo contó mi tatarabuela y así ha sucedido.

domingo, 8 de abril de 2007

Capítulo 3: Eclipse

Dos décadas después de que mi memoria reconozca como reales los acontecimientos, comenzaron a difundirse noticias de una inusual actividad solar.
Estas noticias fueron haciéndose hueco día a día, lentamente, entre aquellas -predominantes entonces- que nos hablaban de un cambio climático. El torbellino de informaciones se fue haciendo tan intenso que una y otra vez nos hablaban, del deshielo de los polos, las fluctuaciones de la corriente cálida del golfo, la exagerada virulencia del "Niño" y el constante incremento de los efectos negativos de la "Niña"...
Al principio utilizaban los espacios dedicados a la meteorología para aleccionarnos sobre las distintas cuestiones relacionadas con el clima. Así vimos como los rayos ultravioletas llegaban a la atmósfera y eran absorbidos por las moléculas de ozono. Después un malvado átomo de cloro iba cambiando el O3 en O2 "exactamente -decían- dos moléculas de ozono se convierten en tres moléculas de oxígeno, para volver a una nueva molécula de ozono, y a otra y otra y otra... Así durante años y años..." Y vimos una y otra vez como los rayos UV pasaban alegremente hacia la tierra.
El tercer paso fue mostrarnos a un niño, cual salchicha abandonada en una barbacoa, como inmediato portador de un melanoma de piel. Los predicadores se multiplicaban por aquel entonces, augurándonos los peores males, y como consecuencia, antes de entender el porqué de lo que estaba sucediendo, los habitantes del norte, antes ávidos de sol y ahora atemorizados por el exceso de información sobre rayos UV, UVA, UVB, ODP, y otras siglas y acrónimos inventados para la ocasión, decidieron quedarse en el norte y no exponer su blanquecina tez a otra cosa que no fuera la nieve del ártico. Así una corriente migratoria, sólo perceptible al principio, intensa después y devastadora finalmente, fue la consecuencia de la hambruna que siguió al abandono del litoral primero y del sur a continuación. Cuanto más dinero se necesitaba para paliarla, más dinero era entregado por los gobiernos a botarates y agoreros para que nos explicasen las variaciones en el agujero de la capa de ozono, la contaminación de los ríos, la destrucción de los manglares, la desaparición de los arrecifes coralinos, la desaparición de los glaciares, y cualquier otra cosa que se pusiese de moda. De este modo fue causa de arduos debates la disminución de la babosa común, la escasa supervivencia de la ephemeroptera, y el aumento de tamaño -anómalo incremento- de la aleta dorsal de la oncorhynchus mykiss.
Tal ingente cantidad de dinero era dedicado a este adoctrinamiento, que no sólo aumentó el número de predicadores, sino que además los programas de meteorología ampliaron su tiempo de emisión y otros de similar naturaleza fueron ocupando más y más tiempo de la información general. Porque "la gente lo pedía y la humanidad lo necesitaba" los programas de entretenimiento dieron paso a los de "información" y no había un solo minuto en el día que no se hablara de la "problemática existente". La ODP se convirtió en un miembro más de las atemorizadas familias y pronto fue acompañado por CO2, CFC, HCFC, HFC, TEWI, GWP, TOMS, Unidades Dobson, etc. que no hicieron más que aumentar sus miedos. Tantos nuevos nombres aparecieron y tantos problemas surgieron que pronto los "expertos" tuvieron que especializarse en uno de ellos.
En medio de la vorágine, se supo que un desdichado osó llevar la contraria a tanto botarate y como no hizo caso a las amenazas recibidas, apareció descuartizado en un contenedor de basuras sin que nadie se preguntase por qué o por quién. Había demasiada tarta para repartir todavía como para dejarse quitar un bocado. Similar suerte, aunque le permitieron seguir con vida, la tuvo una macilenta cantante de rap-foot que tras un error de diagnóstico le extirparon un vulgar grano de pus en lugar de un tumor asesino. La echaron al olvido -y lo que es peor, del hospital- antes de que su herida cicatrizara. Mejor tratada hubiera sido si además de operarse se hubiera muerto "por las radiaciones". Los programas de vísceras avasallaban en la programación, y hasta algún sujeto, director del programa de moda, llamó al Centro de Investigación Nacional pidiendo una foto de una radiación ultravioleta con la que preparar la portada del programa.
Entre tanta acémila embriagada, sí había alguien que analizaba los sucesos con coherencia. Preparando lo que sería un experimento trascendente, su mente divagaba. "La fiebre del oro de nuestros días es el cambio climático". Y parodiando a Lenin: "El cambio climático es el opio del pueblo... Bueno, quizá Lenin haya inventado el cambio climático para adormecer a la plebe...". Y en su interior apostillaba: "Cuando esto acabe, ya inventarán algo nuevo..."
Así me lo contó mi bisabuela y así ha sucedido.

martes, 27 de marzo de 2007

Capítulo 1: La Cueva del Desdichado

Siento en mi interior que estas palabras no las leerá nadie, aunque pongo en ellas todas mis esperanzas de supervivencia. Probablemente sea lo mejor que pueda pasarme, pues terrible sería que fueran leídas por aquellos que desean mi eliminación física.
Todo empezó hace muchos años, según me contaban mis antepasados. Ahora ya en nada me pueden instruir porque el último de ellos -Antia, la más joven de las hermanas de mi abuela- fue "paseada" -de ello se cumple hoy cinco años- una madrugada de invierno por una caterva de enloquecidos. Tras mucho huir, fuimos cercados en la Cueva del Desdichado. De noche, cuando las nubes se abrieron después de la nevada, dejando al descubierto una luna rojiza -presagio de sangre o de mucho calor para nuestros ancestros- tomaron la entrada y deslizándose sigilosamente al interior buscaron por los rincones y pliegues de las rocas. Un resbalón inesperado; unas piedras que se escurren; y el sonido de todo ello amplificado por la gruta, rasga el silencio de la cueva. Aquellos ruidos nos sobresaltaron y nos pusieron en alerta. Echamos a correr, pero estaban demasiado cerca, y el ruido que nosotros al movernos produjimos, fue lo que a nuestros perseguidores, permitió localizarnos. Después todo ocurrió muy deprisa. Gritos, piedras rodando, disparos cuyos fogonazos iluminaban la cueva como relámpagos, los chillidos de unos pulmones agotados:
- ¡Corre hijo! ... ¡Corre!... ¡Huyeee!...
Después, oí un golpe seco, espantoso, y los chillidos dejaron de oírse. Pensando, entonces, que ella estuviese ya muerta, corrí como un poseso hasta la segunda salida, que taponada por unos zarcillos y plantas de hojas frondosas, escondían su existencia. Posiblemente fuese debido a esta circunstancia lo que impidió su localización y por eso no estaba vigilada. Ya en el exterior, continué corriendo a pesar de que nadie me seguía. Entonces me volví más cauto; corría, pero procuraba hacerlo pisando sobre las piedras que sobresalían de la nieve para no dejar huellas que me delataran.
Hasta el tercer día no volví. Lo hice cuando creí que el peligro había pasado y que cansados me dieran por perdido o muerto, y desgraciadamente para comprobar que ella no había muerto aquella noche por el golpe. La habían arrastrado sobre la nieve -sus pasos marcados en el hielo, confirmaban que todavía estaba con vida cuando la sacaron de la cueva- para poniéndola de hinojos dispararle, a bocajarro, una bala en la nuca.
Prueba de lo que digo, era la nieve teñida de carmesí en la que se alternaban las salpicaduras de sangre que la bala produjo cuando le arrancaban la vida, y los charcos que rodeados de pequeñas escorrentías acumulaban, como pequeños lagos, la sangre que manaba por las heridas abiertas y que la nieve y el hielo cuajaba rápidamente.