Dos décadas después de que mi memoria reconozca como reales los acontecimientos, comenzaron a difundirse noticias de una inusual actividad solar.
Estas noticias fueron haciéndose hueco día a día, lentamente, entre aquellas -predominantes entonces- que nos hablaban de un cambio climático. El torbellino de informaciones se fue haciendo tan intenso que una y otra vez nos hablaban, del deshielo de los polos, las fluctuaciones de la corriente cálida del golfo, la exagerada virulencia del "Niño" y el constante incremento de los efectos negativos de la "Niña"...
Al principio utilizaban los espacios dedicados a la meteorología para aleccionarnos sobre las distintas cuestiones relacionadas con el clima. Así vimos como los rayos ultravioletas llegaban a la atmósfera y eran absorbidos por las moléculas de ozono. Después un malvado átomo de cloro iba cambiando el O3 en O2 "exactamente -decían- dos moléculas de ozono se convierten en tres moléculas de oxígeno, para volver a una nueva molécula de ozono, y a otra y otra y otra... Así durante años y años..." Y vimos una y otra vez como los rayos UV pasaban alegremente hacia la tierra.
El tercer paso fue mostrarnos a un niño, cual salchicha abandonada en una barbacoa, como inmediato portador de un melanoma de piel. Los predicadores se multiplicaban por aquel entonces, augurándonos los peores males, y como consecuencia, antes de entender el porqué de lo que estaba sucediendo, los habitantes del norte, antes ávidos de sol y ahora atemorizados por el exceso de información sobre rayos UV, UVA, UVB, ODP, y otras siglas y acrónimos inventados para la ocasión, decidieron quedarse en el norte y no exponer su blanquecina tez a otra cosa que no fuera la nieve del ártico. Así una corriente migratoria, sólo perceptible al principio, intensa después y devastadora finalmente, fue la consecuencia de la hambruna que siguió al abandono del litoral primero y del sur a continuación. Cuanto más dinero se necesitaba para paliarla, más dinero era entregado por los gobiernos a botarates y agoreros para que nos explicasen las variaciones en el agujero de la capa de ozono, la contaminación de los ríos, la destrucción de los manglares, la desaparición de los arrecifes coralinos, la desaparición de los glaciares, y cualquier otra cosa que se pusiese de moda. De este modo fue causa de arduos debates la disminución de la babosa común, la escasa supervivencia de la ephemeroptera, y el aumento de tamaño -anómalo incremento- de la aleta dorsal de la oncorhynchus mykiss.
Tal ingente cantidad de dinero era dedicado a este adoctrinamiento, que no sólo aumentó el número de predicadores, sino que además los programas de meteorología ampliaron su tiempo de emisión y otros de similar naturaleza fueron ocupando más y más tiempo de la información general. Porque "la gente lo pedía y la humanidad lo necesitaba" los programas de entretenimiento dieron paso a los de "información" y no había un solo minuto en el día que no se hablara de la "problemática existente". La ODP se convirtió en un miembro más de las atemorizadas familias y pronto fue acompañado por CO2, CFC, HCFC, HFC, TEWI, GWP, TOMS, Unidades Dobson, etc. que no hicieron más que aumentar sus miedos. Tantos nuevos nombres aparecieron y tantos problemas surgieron que pronto los "expertos" tuvieron que especializarse en uno de ellos.
En medio de la vorágine, se supo que un desdichado osó llevar la contraria a tanto botarate y como no hizo caso a las amenazas recibidas, apareció descuartizado en un contenedor de basuras sin que nadie se preguntase por qué o por quién. Había demasiada tarta para repartir todavía como para dejarse quitar un bocado. Similar suerte, aunque le permitieron seguir con vida, la tuvo una macilenta cantante de rap-foot que tras un error de diagnóstico le extirparon un vulgar grano de pus en lugar de un tumor asesino. La echaron al olvido -y lo que es peor, del hospital- antes de que su herida cicatrizara. Mejor tratada hubiera sido si además de operarse se hubiera muerto "por las radiaciones". Los programas de vísceras avasallaban en la programación, y hasta algún sujeto, director del programa de moda, llamó al Centro de Investigación Nacional pidiendo una foto de una radiación ultravioleta con la que preparar la portada del programa.
Entre tanta acémila embriagada, sí había alguien que analizaba los sucesos con coherencia. Preparando lo que sería un experimento trascendente, su mente divagaba. "La fiebre del oro de nuestros días es el cambio climático". Y parodiando a Lenin: "El cambio climático es el opio del pueblo... Bueno, quizá Lenin haya inventado el cambio climático para adormecer a la plebe...". Y en su interior apostillaba: "Cuando esto acabe, ya inventarán algo nuevo..."
Así me lo contó mi bisabuela y así ha sucedido.